La muerta del valle azul by Raf Segrram

La muerta del valle azul by Raf Segrram

autor:Raf Segrram
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 2017-05-17T22:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

En pocas palabras, y omitiendo cuidadosamente cuanto se refería a sus martirios, refirió Dave la extraordinaria aventura de que había sido víctima. Tanto los viejos como Gary, temblaban de indignación y expresaron a su vez la enorme sorpresa que el final de la misma les produjo.

Quisieron conocer más detalles, pero Dave les interrumpió diciendo:

—No podemos perder tiempo. Lo que importa es marchar cuanto antes sobre ese canalla y no dejar uno vivo. Ya no se trata sólo de seguir nuestra antigua lucha, sino de arrancar de sus garras a la infeliz mujer que tanto hizo por mí.

—¡Desde luego! —exclamaron casi al unísono los que le escuchaban. Y Gary añadió:

—Pero te ruego me dejes ir al frente de nuestros muchachos. Tú te encuentras débil y debes descansar.

—¡Ni hablar de eso siquiera! —le refutó Dave—. ¡Por nada del mundo renunciaría a la dicha de corresponder a las «atenciones» que han tenido conmigo! Me encuentro bien, pero aunque así no fuera, lucharía contra ellos mientras me quedase un átomo de vida.

Comprendieron que sería inútil insistir, y dispusiéronse a comenzar los preparativos para la gran pelea.

Poco tardó en circular entre el personal del rancho la noticia del regreso de Dave, y los cow-boys acudieron en tropel para abrazarle.

Inmediatamente, cual si se dispusieran a tomar parte en una gratísima diversión, hízose otra vez todo lo necesario para dar comienzo a la caza del hombre por el hombre.

En uno de los pequeños diálogos que tuvieron los dos hermanos para combinar el plan de campaña a seguir, Dave, tras ligeras vacilaciones, decidióse a preguntar:

—¿Y… y la viajera, sigue aquí?

La pregunta hizo sangrar más la herida abierta en el corazón de Gary, quien, mordiéndose los labios y sin mirar a quien le hablaba, dijo con acento ronco:

—No. Se ha marchado.

—¿Sabes a dónde ha ido?

—Lo ignoro.

—¿Se negó a decírtelo?

—Desapareció sin despedirse.

Las respuestas eran secas, dolorosas, como si brotaran de una llaga acabada de abrir. Así lo comprendió Dave, y, aunque sentía deseos de conocer detalles, se abstuvo de preguntar nada más, pues diose perfecta cuenta de que hacerlo hubiera significado remover el enorme caudal de pena que, por no caberle en el pecho, se asomaba a los ojos del hermano querido.

Simuló, pues, no conceder al asunto gran importancia y volvieron a ocuparse de lo relacionado con la empresa que se disponían a llevar a cabo.

Cuando todo quedó dispuesto, dieron la orden de descansar un rato, pues convinieron en que la mejor hora para el ataque era la del amanecer. Claro que costó trabajo conseguir que Dave se aviniese a aquella espera, pues sus temores por la suerte que pudiese correr Fanny iban en aumento, y cada minuto que transcurría sin acudir en su auxilio parecíale una eternidad; pero hubo de resignarse ante los razonamientos de su padre y de su hermano, basados en lo peligroso que era para los cow-boys que habían de abrirse en abanico para rodear la cueva de Tim, lanzarse por la sierra en plena noche sin luna.

También costó no poco persuadir al viejo Ellison de que debía quedarse en el rancho.



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